El día que dejé de pelearme con el reloj (y empecé a respirar)

Hay días en los que siento que mi vida es una coreografía mal ensayada:

el bebé llora justo cuando abro el portátil,

el correo se acumula mientras caliento la papilla, y yo...

yo solo quiero cinco minutos para pensar sin interrupciones.

Una mañana cualquiera (una de esas en las que el café se queda frío y las tareas no se acaban), me di cuenta de algo: estaba intentando hacerlo todo yo sola: maternar y emprender a la vez.

Como si tener un proyecto propio fuera incompatible con criar a mi hijo. Como si la maternidad me hubiera dejado sin permiso para pedir ayuda.

Durante mucho tiempo pensé que si quería avanzar en mi negocio, tenía que aprender a programar, a dominar herramientas complejas de Inteligencia Artificial, a hacer malabares con mi tiempo.

Me sentía torpe, desbordada, y sobre todo, muy sola.

Hasta que un día, alguien me dijo una frase que me cambió el chip:

“¿Por qué no automatizas tus procesos?”

Y ahí empecé.

No por lo grande.

Empecé por lo básico: programar mis publicaciones, automatizar respuestas, conectar dos aplicaciones sin saber código (Gracias Make!)

Poco a poco, las cosas dejaron de pesar tanto.

Empecé a tener huecos.

Minutos sueltos.

Espacios de respiro.

Para sentirme más libre.

Si tú también sientes que el día no te alcanza, que emprender se ha convertido en una carrera de fondo sin pausas, te digo esto con el corazón en la mano: hay otra forma.

Solo tienes que dar un paso. Uno.

Y si quieres darlo acompañada, en Flexmom estamos justo para eso.

Porque no estamos aquí para rendir más.

Estamos aquí para vivir mejor (y en tribu).

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Emprender con Inteligencia Artificial